Quisiera hacer una reflexión
en voz alta sobre realidades contrastadas de mi práctica docente. Antes de empezar,
y debido a la necesidad de aclarar términos, diré que voy a utilizas el genérico
“niño” para referirme a cualquier ser humano escolarizado —es muy difícil
buscar palabras sin connotación de género. Que yo sepa, en nuestro hermoso idioma,
solo existen tres: masculino, femenino y neutro. Con lo cual, cada sustantivo o
adjetivo que indique a un ser humano escolarizado, servirá para género
masculino y femenino.
Después
de más de tres décadas dedicado a la educación especial en centros escolares y ejerciendo
como Logopeda en clínica privada, me atrevo a aventurar una serie de razones
por las cuales, los niños con situaciones especiales tienen graves limitaciones
en los centros ordinarios.
Los
centros ordinarios —para diferenciarlos de los de Educación Especial— son
aquellos en los que niños acuden cuando no tienen graves dificultades.
Empecemos
por el principio. Cuando un niño debe escolarizarse en Infantil 3 años y trae
un diagnóstico médico, se inicia el camino para determinar qué centro será el
mejor para su desarrollo. Por desgracia solo existen dos tipos de centros:
Ordinario y Educación Especial.
Del
primero hablaremos luego. Al segundo son dirigidos todos aquellos que no pueden
encajar, de ninguna manera, en el ordinario. Es decir: Síndrome de Down
profundo, parálisis cerebral severa, autismo severo y un largo etcétera. Sobre
todo, desde mi experiencia como integrante de varios equipos de profesiones de
la Conselleria de Educación de la Comunidad Valenciana, que realizaban informes
para la escolarización en Valencia, niños de edad escolar avanzada.
Es decir:
la educación debe ser inclusiva en el primer momento (etapa infantil), y si el
niño es capaz de mostrar una actitud y aptitud para el aprendizaje, la
escolarización será ordinaria. Por otro lado, si sus dificultades exceden a los
recursos que se pueden asignar en el centro ordinario, solo queda justificar su
escolarización en centro de Educación Especial.
Hay que
señalar que existen modalidades de trasvase entre los dos tipos de centros e
incluso la escolarización combinada.
Lo más
habitual es la escolarización en centro ordinario. Con la asignación de
recursos. Esa es la recomendación. Y aquí comienzan las dificultades. La ratio
de niños con dictamen de escolarización es uno por aula, haciendo que el número
total de alumnos descienda en uno menos. Me explico: número total de niños en
un aula ordinaria, 25. Niño escolarizado con NEE, número total: 24. Poco es,
pero menos es nada.
Se tiende
en los primeros años a cubrir las demandas afectivas y relacionales del niño, a
que interactúe con sus iguales (en edad)
Y aquí es
donde empiezan las dificultades. La asignación de recursos. La ley dice que los
recursos se aplicaran en la Educación Obligatoria. Hay que señalar que el nivel
de Infantil NO ES OBLIGATORIO, si bien las distintas administraciones tienden a
cubrirlo de manera oficial y a integrarlo en los centro.
Subsanado
este problema de la manera más eficiente posible, nos adentramos en la
enseñanza obligatoria. Aquí va a ser donde se verán las mayores dificultades.
Si bien la ley marca que en el primer ciclo de primaria los niños adquirirán la
lectura y la escritura, bien es cierto que el que no llega a primero con una
buena base, incluso en estado avanzado de lectura y escritura, se va a
encontrar con graves hándicaps para seguir el ritmo de los demás.
El
desarrollo del niño sin patología en la etapa infantil y primer ciclo de
primaria es exponencial, de crecimiento casi continuo. Es la etapa donde más
rápido se ven los logros. La eclosión al mundo escolar reglado. Si lo viéramos
en una gráfica, sería un vector que se desplaza a toda velocidad hacia arriba,
un avión despegando.
Precisamente
es esta etapa, primer ciclo, es donde se ven las diferencias mayores entre
niños sin patología y niños con patología. La lecto-escritura es un proceso muy
complicado a nivel cognitivo, que requiere de grandes habilidades. Cualquier déficit
en estas habilidades influirá en el ritmo de aprendizaje. Si bien la ley,
siempre la ley o la norma, dice que hay que respetar el ritmo de aprendizaje de
cada una, bien es cierto que el aula no está equipada para tratar a todos los
niños con sus individualidades. La disminución de la ratio no sirve. Solo son
números.
Imaginemos
una aula ordinaria en la que está integrado un niño con parálisis cerebral, no
verbal, que está aprendiendo a utilizar su ordenador personal como medio de
expresión. Hagamos una aclaración: un paralitico cerebral no es un deficiente
(en muchas ocasiones), es un ser humano que tiene limitaciones físicas y
comunicativas. Sigamos con la imaginación: Lunes a primera hora, la maestra (o
maestro) pide que, en un ejercicio de expresión verbal, cuenten lo que han
hecho el fin de semana. Los veintitantos niños tardarán segundos en contar sus
historias, nuestro PCI tardará un mundo en poder unir cada pictograma y
expresar su idea. Quisiera recalcar aquí que el niño con PCI no es un
deficiente mental. Es un ser humano que, por motivos neurológicos, tiene graves
dificultades de comunicación. Pongamos un ejemplo. Si a un niño de tres años le
preguntas cómo te llamas, casi con certeza te responderá de manera automática.
Una
solución sería que no hiciera el ejercicio. No es válido. El niño está
integrado en el aula y debe poder hacer las cosas que hacen los demás, y la que
no pueda hacer se le adaptará. Para eso existen las Adaptaciones Curriculares.
En cuanto
a la dotación de recursos humanos en los centros de ordinarios de Primaria de
titularidad pública, luego entraremos en los de titularidad privada, cuando
tienen niños con NEE tiene, por ley que estar dotados ellos. Es decir, Maestro
de Audición y Lenguaje, maestro de Pedagogía Terapéutica y, si el niño lo
requiere por sus necesidades de autonomía personal, Educadores.
Los dos
primeros recursos está ya en casi todos los centros. El tercero es más
conflictivo. Con demasiada frecuencia, se comparte con varios centros próximos.
Un Educador no es un lujo, es una necesidad y, hace algo más que acompañar al
niño en su aseo o autonomía. Le ayuda y le da soporte, en muchos casos,
emocional y es un referente para estos niños que necesitan ayuda para satisfacer
sus necesidades más básicas. Recordemos que Educador Escolar no solo está para
PCI, sino que acompaña a niños con movilidad reducida, como alumnos afectados
de espina bífida, alumnos sin ningún tipo de problema mental, alumnos incluso
brillantes.
Otro de
los aspectos que nos gustaría resaltar es la presión del medio. Los niños van
al colegio a aprender. Ya hemos comentado el ritmo que llevan y su progresión.
El tema de la integración es, hablando en términos de humanidad, fantástico.
Pero hablando en términos de realidad, ya no lo es tanto. Cuando en el aula hay
un niño con dificultades, necesariamente, ralentiza el ritmo de los demás. Y
cuanto mayores sean las dificultades, más atención necesitará del maestro de
aula. Esa atención se traduce en menor ritmo de aprendizaje en el aula. La
presión del medio de la que hablaba hace un momento se expresa ahora. Los niños
deben leer y escribir ya en Primero. Falso. Pero la sociedad así lo demanda.
Los papás de los alumnos no afectados, felices en un principio de que sus hijos
compartan aula con niños “diferentes”, comienzan a impacientarse cuando ven que
el ritmo es muy lento o que “no leen tan bien como los del aula paralela”.
De los
centro concertados, no quiero hablar. En teoría, solo en teoría, ofrecen las
mismas herramientas que los ordinarios. Recordemos, para quien no lo sepa, que
son centros de titularidad privada pero sufragados con fondos públicos. No son
privados. La nómina de los docentes se hace efectiva mediante pago delegado, es
decir, el Estado (o el gobierno autonómico) paga de manera directa. No paga el
colegio quien, además recibe un cantidad por cada niño escolarizado. Eso es el
convenio.